lunes, 27 de octubre de 2008

Colla muerto en el ingenio

Raúl Galán


Apenas se durmieron los cebiles
la noche derramó sus brujerías
y ya lo están llorando los candiles.

Que bajen a rezar las Tres Marías
y que el Angel Fidel que lo guardaba
le cante las mejores letanías.

No era más que un cardón que caminaba,
no era más que cardón con sus espinas
y la flor milagrosa que lo honraba.

Pero, por él las tardes campesinas
conocieron la melga y las majadas
y eran las estrellas sus vecinas.

Largo tiempo soñó con las quebradas
cuando luego las fábricas del llano
molieron sus fatigas y jornadas.

Por amigo del cerro tan lejano
lo acompañaban siempre sus ayeres
y llevaba el Silencio de la mano.

¡Hay, qué exiliado está de sus quehaceres,
tan gravemente muerto y de cuidado,
sin flores y sin llanto de mujeres!

Se murió sin querer, casi forzado,
¡y vino el capataz rompiendo vales
a dejarlo cesante por finado!

¡Cómo lo han de llorar los carnavales!
Lo extrañarán a fondo sus quebradas
y las carpas de diez cañaverales.

¿Qué remotas, qué cándidas majadas,
cuidarán sus afanes pastoriles
en las altas y azules hondanadas?

Pero ya se durmieron los cebiles
y en la negra capilla del boliche
sollozan, tartamudos, los candiles.

Mientras muelen su sombra en el trapiche.




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